He visto una historia triste desde mi ventana y me he quedado mirando aquel desconsuelo sin poder hacer nada, y si bien el mismo cielo gris nos afecta a todos, me siento tan ajeno a ella que creo que nunca podré ayudarla y que en algún momento este domingo mostrará su verdadera crueldad, me dejará solo y ella se irá sin poder ni siquiera saber su nombre.
Esta ciudad es tan fría en invierno que es mejor no salir de casa, tapando mis oídos y ojos, sin querer pronunciar palabras, me he quedado dormido escuchando una emisora sin señal, un locutor que me habla del primer día del resto de mi vida, cuánto falta para eso, cómo he de morir, quién ha de traicionarme, quién escribió la novela de mi destino.
Mi desesperación se ha calmado tras mi ventana, un vals peruano me dice que hay gente que sufre igual que yo, que está sola igual que yo y que me hace sentir acompañado.
He mirado el cielo encapotado de nubes grises, pero lo extraño es que nunca llueve por acá, tal vez sea porque esas nubes están acumuladas de gente que espera su momento para volver a descender y que en algún momento caerán y dirán: “yo fui uno de aquellos que cayó del cielo”.