No quiero recordarte. No quiero recordarte porque no pienso olvidarte, Dora. Incluso, mientras dibujo estas palabras en mi cabeza, no puedo evitar que el agua salada de las lágrimas inunden esta carta que imagino escribirte. Tal vez mis palabras y el llanto aceleren su curso hasta el mar y podamos volver a vernos. Me haces tanta falta.
Lo extraño todo, Dora. Extraño todos los detalles, incluso los más tontos. Extraño todas las risas y las rabietas. Extraño todas tus respuestas a todas las preguntas ineptas que yo te hacía sobre el mundo complicado en el que vivimos. Extraño el viento en mis brazos, las carreras y los espacios. Nuestras manos en el firmamento, en el horizonte de un destino al cual me trajiste para que no esté nunca más sólo. Extraño todo y poco, porque tengo miedo que cada pedazo del corazón mío que se va contigo, se agote sin misericordia.
Somewhere out there, Dora.
Es de esas películas malas en las que te gustaría vivir. Yo me quedé pensando en qué pasaría con ella al regresar o con el niño de grande recordándola idealizada, etc.
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