Es hora de que te despiertes. Llevas arrastrando tus sábanas y la almohada hace bastantes años. Date un duchazo. Sacúdete todo y deja en la cripta todo lo indeseable y ciérrala. Asegúrate que no estés soñando esta vez.
A todos nos toca una mala época. Malos días, todo en gris, nada que se distinga, nada que se rescata. En esos días, nada parece tener solución. No podemos andar tranquilos con la bicicleta, ni en las mejores tardes soleadas. Sé que tienes ese sentimiento raro, esa cosa como de culpa que te atormenta la nuca. Sé también, que el tiempo no vuelve y los errores te gritan.
Ahora yo quiero ser la campana del despertador ese que tienes y que no funciona, esa luz que se apaga y se enciende cada vez que te acuestas y despiertas.
Como te dije, cierra esa tumba. Deja adentro todo lo malo, déjalos a ellos, a los que se burlaron de ti, a los malos recuerdos, a las peleas, a los disgustos, a ese recuerdo que te eriza la piel hasta hoy. Deja las cartas, deja los mails, deja el aburrimiento, deja los comentarios, deja las falsas esperanzas, deja los tropiezos, las riñas, el ceño fruncido, el engreimiento. Y resucita.
Al carajo. Nunca es tarde, si toca ajustarnos, pues nos ajustamos, si toca correr, pues corremos, y si toca escondernos, pues le damos la cara. La sartén por el mango, de una vez.
Yo de mi abuela recuerdo poco, pero recuerdo. Y no tengo una frase exacta para esto, pero supongo que tú podrás escuchar de la tuya cosas mejores. De ella me queda ese aliento para trabajar y solucionar las cosas. De no perder el tiempo, de tener en cada minuto una oportunidad para rehacer el cálculo, respirar y comenzar. Deberíamos comenzar. Olvídate de eso, ya comenzó la semana y no podemos esperar más.
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