Si pudiera narrarte todas mis "cantinfladas" comenzaría por esta. Comenzaría por encontrarme en una gran mesa contigo, Paz. Buscaría a Cayetano, a su mujer, al tal Bobby (el perro) y al mismísimo Leonardo. Comenzaría contando lo que terminaría olvidando, entre las muecas de tu risa, y de la de todos los demás. Todos los detalles que abundan en mi manera de ser los conduces tú, porque me vuelves loco.
Recuerda que las miles de formas de hablarnos o temernos, de criticarnos o alabarnos, desembocan en tu risa y en la mía. No hay por qué equivocarse, no hay error alguno ni mal paso. Sólo somos la síntesis de quienes tratan de dejarse entender. Ojalá que al morir no nos puedan olvidar, y así vivir en la memoria del más puro humor que provoca el lenguaje combinado con el descaro.
Soy una mala persona, Paz. Pero aún así me las arreglo para tenderte todas las trampas, a ti y al mundo. Para ti sólo soy Cantinflas, y para el mundo seré Leonardo. Para todos seré el mal trajeado personaje que se desvive combinando disparates, mientras que para ti sólo seré el galán que anida en tu cocina, en la tuya y en la de cualquiera. Ahora sólo te pido que cierres los ojos. Todo es silencio cuando nos apagan la luz.
Por eso me tienes tanta ley, Pacita.
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